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Finca Canaán: La historia de un café prometido

Víctor y Milagros, dueños de la finca Canaán. Foto: Pamela Acosta.

El presente artículo fue escrito por Pamela Acosta.

“Iron Lion Zion” de Bob Marley se escucha en medio de la selva. La voz del jamaiquino armoniza con el canto de las aves y el chirrido de los insectos, y acompaña la jornada diaria de Víctor y Milagros. Los esposos, ambos limeños, dejaron todo en la capital, sus trabajos, sus propiedades, sus familias, para empezar una nueva vida en el valle del Perené, en Junín, y dedicarse al cultivo del café.

Fue el amor a la naturaleza lo que hizo a Víctor abandonar las comodidades para vivir según sus principios, el cuidado y la conservación del medio ambiente; y fue el amor a Víctor lo que le hizo a Milagros seguir sus pasos. No se arrepienten ni un segundo.

La finca Cannán es ahora su nuevo hogar. En este lugar ubicado a 1600 metros sobre el nivel del mar, el abogado ambientalista Víctor Franco y la administradora de negocios Milagros Quesada decidieron echar raíces. En este paraíso crían a sus hijos Josué y Fernanda de 7 y 5 años de edad, mientras concretan el sueño de desarrollar un café peruano de calidad e impulsar su consumo.

“Mi formación es de derecho ambiental, con mención en forestación. Yo llegué a la selva con la idea de hacer reforestación y en la finca tenemos muchas especies de árboles nativos y exóticos que tratamos de preservar. En el transcurso me enamoré del café”, nos cuenta Víctor, sentado junto a su familia en medio de sus cafetales.

Víctor y Milagros se complementan el uno al otro. Él se dedica a la investigación y la optimización de los procesos, y ella a tratar con el personal y las ventas. No ha sido fácil, como no lo es para ningún agricultor de nuestro país. Se enfrentaron al mal tiempo, a la roya, a los precios bajos, sin embargo nada de esto los ha hecho desistir y con mucho esfuerzo y sacrificio convirtieron a la finca Canaán en más que su medio de subsistencia, en un gran laboratorio caficultor.

Hasta su chacra llegan cientos de estudiantes interesados en conocer todas y cada una de las etapas desde la germinación de la semilla. Pero no solo profesionales, otros agricultores también llegan tanto a Canaán, como a Jericó y a Zion, sus otras fincas, para aprender nuevas técnicas que les permitan mejorar la productividad de sus cultivos pero sin afectar lo más importante: la calidad del café en la taza.

“El café de Cannaán es un café diferenciado en la pasión y amor que le ponemos. Si lo tengo que describir, es una cosa sentimental. Pueden haber cafés muy buenos en diferentes partes del mundo, como lo hay, pero nosotros plasmamos el sentimiento. La dulzura que le pongo a cada grano lo van a sentir en la taza, porque siempre va a ser un perfil dulce, balanceado. Es como yo, como la forma de vida que trato de plasmar acá”

dice Víctor Franco

Fotos arriba de izquierda a derecha: 1) A Víctor le gusta experimentar con el procesado del café 2)Brynner López, Barista de la finca Canaán, usando un Staresso 3) Rok, otro método para extraer café . Abajo 4) Siphon eléctrico, el método favorito de Milagros.

En esta finca también trabajan miembros de la comunidad nativa Alto Incariado, especialmente mujeres. Aquí se cultivan diferentes variedades como Limaní, Castillo, Geysha, Bourbon, Obatá, Pacamara, entre otras; y se experimentan con diferentes procesos para obtener los granos, como el natural y el cold.

El tostado y envasado se hace en Lima y desde allí se distribuye a las diferentes cafeterías de especialidad. Pero Víctor y Milagros guardan para sí una parte porque caficultor que se respeta, ama tomar café. Los Franco Quesada están muy orgullosos de su amplia colección de métodos para extraer esta bebida.

Tienen una decena y los usan todos. El favorito de Víctor es el Staresso, un pequeño artilugio portátil con el que se prepara su espresso. Milagros en cambio prefiere el Siphon eléctrico con el se hace un café más suave. En su muestrario también destacan otros métodos como el Rok, la Kamira y la Kalita.

Víctor y Milagros ven el futuro con optimismo, y por eso el nombre de su finca Canaán. Ellos creen en la promesa del café, en el empeño de los caficultores, en el profesionalismo de los baristas y en una cultura cafetera que poco a poco crece y enamora a más consumidores.

Y sobre todo creen en sus hijos y en la educación que les están dando, para que sean ellos quienes continúen su noble misión.

Fotos: Pamela Acosta.